SIDI. Un relato de frontera
Siglo XI. Rodrigo Díaz de Vivar ha sido desterrado
de Castilla, y vaga por tierras fronterizas con un grupo de fieles que han
decidido acompañarle en su destierro. Sobreviven ofreciendo sus servicios a
distintos pueblos y señores, librándoles de los ataques de los moros. Buscando
algún trabajo más seguro, habla con el conde de Barcelona, que le rechaza, y
finalmente acepta trabajar para el rey moro de Zaragoza.
Autor: Arturo PÉREZ-REVERTE
- Editorial: ALFAGUARA. Barcelona, 2019. -
Páginas: 376 –
Género: Novela histórica. Público: Adultos
Pérez-Reverte decidió en 2019
presentar al público su versión de un personaje tan mítico y tan español como
el Cid Campeador. Los de mi generación hemos conocido el Cantar del Mío Cid, en
muchos casos la hemos leído, o incluso aprendido piezas de memoria: Mío Cid Ruy Díaz/ por Burgos entrove/ en sua
compaña/ sesenta pendones... Y podría seguir. Seguro que muchos lo estáis
recordando. El Cid que conoció mi generación fue un gran guerrero, a quien todo
el mundo admiraba excepto su propio rey.
El libro es, digamos, un biopic del Cid: ha dejado a su mujer y
sus hijas refugiadas en el monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos, y él
se marcha hacia el destierro. Algunos de sus hombres de más confianza
(familiares, súbditos de Vivar, o antiguos hombres de armas con los que trabajó
al servicio del rey) han decidido seguirle al destierro.
Porque Rodrigo Díaz de Vivar, y así nos lo presenta el autor, es sobre todo un líder. Conoce a todos los soldados que van con él, por sus nombres y sus circunstancias personales, porque se ha empeñado en conocerlos. No exige a nadie lo que no se exige a sí mismo. A la hora de repartir comida o bebida, prebendas o lujos, quiere ser siempre el último. Los hombres le siguen en la batalla porque él es el primero en el combate, y además nunca deja a nadie en la estacada. La verdad, este Cid de Reverte podría enseñarse en los másters de liderazgo o dirección. A más de uno le haría un favor.
Ahora, ¿es el Cid que conocemos? Honradamente, creo que no. Es un guerrero implacable. Es un hombre que, por exigir justicia, condena a muerte a uno de sus hombres por una pésima acción, y el hombre acepta su condena en una escena que me resulta poco creíble. Y de forma latente nos muestra a un varón que engaña a su mujer con una mora imposible: ¿una musulmana, en el siglo XI, que lleva el pelo suelto, hace su santa voluntad, se mezcla con los hombres, y se acuesta con un cristiano con la complicidad de su hermano, rey? Eso no existió. Supongo que es el peaje que el autor paga por hacer más moderno su libro.
Y sobre todo, más me cuesta aceptar un Cid que no se sabe bien si cree en Dios o no, que mezcla Islam y cristianismo sin que quede muy claro cuál sea su pensamiento… Honestamente, un hombre que hizo lo que hizo el Cid, o es cristiano o no lo hace. No me parece mal que acerquemos nuestro mito a la tierra… pero tiene que seguir siendo el mismo personaje, para que nos resulte cercano y español. Si no, estamos ante un William Wallace, Robín Hood o el Zorro. Pero no Rodrigo Díaz de Vivar.
Porque Rodrigo Díaz de Vivar, y así nos lo presenta el autor, es sobre todo un líder. Conoce a todos los soldados que van con él, por sus nombres y sus circunstancias personales, porque se ha empeñado en conocerlos. No exige a nadie lo que no se exige a sí mismo. A la hora de repartir comida o bebida, prebendas o lujos, quiere ser siempre el último. Los hombres le siguen en la batalla porque él es el primero en el combate, y además nunca deja a nadie en la estacada. La verdad, este Cid de Reverte podría enseñarse en los másters de liderazgo o dirección. A más de uno le haría un favor.
Ahora, ¿es el Cid que conocemos? Honradamente, creo que no. Es un guerrero implacable. Es un hombre que, por exigir justicia, condena a muerte a uno de sus hombres por una pésima acción, y el hombre acepta su condena en una escena que me resulta poco creíble. Y de forma latente nos muestra a un varón que engaña a su mujer con una mora imposible: ¿una musulmana, en el siglo XI, que lleva el pelo suelto, hace su santa voluntad, se mezcla con los hombres, y se acuesta con un cristiano con la complicidad de su hermano, rey? Eso no existió. Supongo que es el peaje que el autor paga por hacer más moderno su libro.
Y sobre todo, más me cuesta aceptar un Cid que no se sabe bien si cree en Dios o no, que mezcla Islam y cristianismo sin que quede muy claro cuál sea su pensamiento… Honestamente, un hombre que hizo lo que hizo el Cid, o es cristiano o no lo hace. No me parece mal que acerquemos nuestro mito a la tierra… pero tiene que seguir siendo el mismo personaje, para que nos resulte cercano y español. Si no, estamos ante un William Wallace, Robín Hood o el Zorro. Pero no Rodrigo Díaz de Vivar.
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