LA POLICÍA DE LA MEMORIA
En una isla lleva un tiempo ocurriendo algo
extraño: desaparecen cosas cotidianas, e igualmente el recuerdo de esas cosas.
Por ejemplo, la novela comienza con la desaparición de los pájaros: un día no
están, los habitantes no saben ya lo que son (lo olvidan), y la vida sigue su
curso. Unos pocos ciudadanos pueden recordar todo; pero en cuanto lo descubren, son detenidos por
la Policía de la Memoria, garante de que se ejecuten de hecho los olvidos.
Protagoniza la historia una joven novelista que vive sola, y solamente se
relaciona con su editor y un anciano.
Autor: Yoko Ogawa - Editorial:
TUSQUETS. Barcelona, 2021 –
Páginas: 560 – Género: Misterio,
fenómenos extraños. Público: General
En una ocasión mi amiga Marilú,
que es una de las personas que me proporcionan libros, me pasó uno que tenía el
curioso nombre de La niña que iba en hipopótamo a la escuela (Editorial
FUNAMBULISTA, 2020). Al principio pensé que se podía tratar de un libro cómico,
pero resultó que no; era un libro, como comenté a otros amigos, en el que no
ocurría nada de nada, pero era extraordinariamente entretenido en su
normalidad. Sólo que pasaba eso: en un pueblecillo de Japón, una niña tenía un
hipopótamo enano heredado de un zoo clausurado, y el animal había sido adiestrado
para llevarla a la escuela como quien va en burro. Bastante genial, vaya. Cuando
supe que acababan de publicar La policía de la memoria, de la misma
autora, la japonesa Yoko Ogawa (Okayama, 1962), decidí hacerme con él. No me
arrepiento.
Hay que tener en cuenta,
lógicamente, que la cultura japonesa y la occidental son bastante diferentes, tienen
algunos valores definidos de forma distinta, y piensan de otra manera. Una vez
que se ha aceptado esto, sus libros son una delicia. Éste, en concreto, es una
distopía curiosa. Con sus propias peculiaridades.
Para empezar, nunca conocemos los
nombres de los protagonistas. Son la novelista, que narra en primera persona;
el anciano, siempre llamado así; y el señor R, primero jefe y luego amigo, o
quizá amante, de la muchacha. Algunos nombres aparecen, pero siempre de personajes
secundarios. Es curioso, porque hace que nunca te identifiques con los personajes.
Sin duda eso es lo que desea la autora, para que puedas analizar los hechos con
más profundidad, diría que sin sentimientos.
En el libro, en realidad, todo lo
que ocurre (las desapariciones) parecen lo normal de la sociedad. Desaparecen
los pájaros: después, las flores… Después… La novela avanza exponiendo cómo
cada uno va lidiando con lo que pierde. Hay una historia de amor y alguna
hermosa amistad, profunda y desinteresada. La novela es extensa, pero nunca
pesada, aun cuando, como ocurre con tantos autores orientales, el relato pueda
resultar un tanto largo para el que no es capaz de profundizar en las
conciencias de las personas.
La sociedad que describe… podría
ser cualquiera. Por el modo de funcionar y las herramientas de que disponen,
podemos situarla a mediados del siglo XX; pero eso tampoco es importante. El
libro habla de la pérdida, de cómo los seres humanos podemos acostumbrarnos a
todo, que todo puede funcionar si nos tenemos unos a otros. Pero no es un libro
esperanzado, creo. Me daba la impresión de que hablaba más bien de lo que nos
estamos perdiendo, sólo por no luchar por retenerlo. No sé; puede que a más de
uno le de qué pensar
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