Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Con
esta dura declaración comienza el autor a desgranar una especie de
autobiografía, historias sobre su infancia y la relación con su familia,
mientras acompaña a su madre, ya anciana, en su enfermedad. Recuerda su
niñez en un pueblo del Levante español, siendo hijo único de un matrimonio
sin amor, con un padre ausente, y una madre siempre presente pero infeliz. Su
testimonio agridulce destapa episodios antiguos, narra la decadencia física
de su madre, y en flashback la enfermedad y muerte de su padre.
Autor: Máximo HUERTA – Editorial: PLANETA. Barcelona, 2022– Páginas: 384 – Género: Realista y costumbrista – Público: General
Máximo, o Màxim, Huerta (Utiel,
Valencia, 1971), es un personaje en toda España, más conocido desde su fallido
paso (una semana) por el primer gobierno de Pedro Sánchez, que le nombró ministro
de Cultura - no le quedó otra que dimitir una semana después, al salir a la luz
una antigua sanción tributaria -. Desde entonces no ha dejado de estar en primera
línea de la fama, presentando su propio programa de televisión, saliendo a cantar en Mask
Singer, y cosas así. Cuando ganó el premio Fernando Lara de novela,
reconozco que lo prejuzgué, y pensé que le habían dado el premio por ser
famoso.
Qué equivocado estaba. Qué cosa
más bonita acabo de terminar.
Máximo Huerta habla en primera
persona, es él mismo, y narra cómo decidió irse a vivir con su madre cuando
ella sufrió un agravamiento en su salud. Regresar a la casa donde transcurrió
su infancia le trae recuerdos, algunos bastante amargos. Entre lo que él
recuerda y lo que consigue sonsacar a su madre, traza la historia de un niño en
un pueblo levantino a finales de los setenta y primeros ochenta. Una vida
agridulce, con muy buenos recuerdos de las mujeres de su familia (su abuela,
sus tías, y sobre todo su madre), y recuerdos duros de lo que le hizo pasar su
padre, cuya figura también ocupa buena parte de la novela.
No es una novela agria. Es dura,
pero tiene elementos dulces y bonitos recuerdos. Y sobre todo, tiene esperanza.
Una cierta apertura a la trascendencia, y también un lugar reservado en el
corazón para el perdón. No se puede dar marcha atrás, y rehacer lo que ya se ha
hecho, pero sí se puede aprender y construir desde ahí.
Quizá esa madurez del escritor –
que con este relato le está diciendo adiós al muchacho que fue, como describe
el título – es lo que más me ha llamado la atención. No se queda en un puro sentimiento;
la razón también tiene espacio, la que le dice que debe amar a sus padres, y
que ellos le quisieron, aunque quizá no siempre se lo supieron hacer ver. Es
duro comprobar con el autor la entrada en la vejez de una madre. Pero no es
amargo, si aprovechamos para devolverle amor por amor.
No quiero cerrar esta reseña sin
recordar otro personaje fundamental del relato: Doña Leo, la perra de Máximo, con
la que tiene estupendas conversaciones que dan a veces el toque cómico o amable
en momentos más complicados.
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