Antonio Martínez de Irujo es un joven de familia madrileña de toda la vida, aristócratas venidos a menos por cuestiones económicas, pero alta sociedad de siempre. No tiene ningún empleo conocido, vive de fiesta en fiesta, tiene un mayordomo personal, se relaciona con la reina de Inglaterra y la familia real española... Su pequeño mundo se tambalea cuando fallece su tío Eugenio; mientras se trata de dilucidar la causa de su muerte, Antonio empieza a maniobrar para heredar el título de barón de Romañá que aún conservaba su tío, y aparecen asesinados otros miembros de la familia.
Autor: Patricio ALVARGONZÁLEZ – Editorial: ESPASA. Madrid, 2022– Páginas: 232 – Género: Humor – Público: General
Bien, pues sí: es cierto que esta
novela llegó a mis manos porque conozco a Luisfer, el padre del autor, y su
familia es de la misma ciudad que yo, conocidos de siempre. Mi buen amigo Jorge
me lo hizo llegar, diciendo que me iba a reír muchísimo. Y tengo bastante
sentido del humor, pero…
Empecemos diciendo que el autor
de esta novela es casi un crío. Patricio Alvargonzález nació en Gijón en 1999;
ahí es nada. Es guionista titulado por la Escuela de Cinematografía y
Audiovisual de Madrid; pero desde muy pequeño destacó en el mundo de la escena,
pues con doce años ya dirigía el blog de cine Mondo Berlanga, que sigue
activo; desde los quince tiene un espacio de crítica de cine en el programa de
radio Pegando la hebra; se presenta como humorista, guionista, actor…
Colabora también en Vanity Fair como experto en la alta sociedad y en el
mundo del séptimo arte. Todo un currículum para un muchacho tan joven. Ahora se
adentra en el mundo de la novela presentando este Conservados en champán,
del que él mismo dice: Esta es su primera novela, así que no lo tomen
demasiado en serio. Voy a intentarlo. Pero ojo, que lo ha publicado Espasa,
y lo está publicitando bastante.
La novela comienza con la muerte
de Eugenio Martínez de Irujo, patriarca de una familia de la alta sociedad de
toda la vida, aunque arruinada en la sociedad actual. Para sobrevivir y
mantener su tren de vida, han tenido que vender sus títulos nobiliarios, de los
que solamente conservan la baronía de Romañá, en manos del recientemente
fallecido. El protagonista de la novela es Antoñito Martínez de Irujo, sobrino
de Eugenio. Un joven (de la edad del autor, pero no su trasunto) de familia
bien, de los de antes: no ha dado un palo al agua en su vida, vive muy por
encima de sus posibilidades, trata con familiaridad a la corona inglesa y a la
española, y el dinero se lo hace llegar su abuela Demetria, otro personaje. Mientras
los parientes se preparan para recibir su herencia, Antonio maniobra para
hacerse con el título de barón de Romañá, lo único que le interesa.
A partir de la premisa original,
simpática, la novela se plantea tirando de absurdo berlanguiano.
Adjetivo éste admitido por la Real Academia, y que cada uno puede rellenar de
lo que quiera –picardías, esperpentos, críticas tragicómicas, erotismo,
absurdo, ironía, irreverencia, humor…– a la vista de lo ecléctico de las
películas del cineasta valenciano de llorada memoria. Y así hace el autor. Pero
hay que saber utilizar esos elementos con delicadeza y sin mentir, sin herir a
nadie; y este joven no sabe hacerlo bien. En lo que a mí respecta, sus bromas
sobre la Iglesia católica me resultan molestas, de trazo grueso. Presenta a un
sacerdote suspendido por la Iglesia, por el que intercede la Reina de
Inglaterra ante el Papa – los dos, cabeza de su Iglesia –, para recuperarlo, y
acaba volviendo a ejercer y además nombrado Cardenal. Aparece una ficticia
orden religiosa de monjas de familia de alta sociedad, cuyo comportamiento y
principios dejan demasiado que desear, aunque parece que así fue aprobada la
orden por la Iglesia; y uno de los parientes del difunto es “comunista y del
Opus”, padre de once hijos (¿padre?, al menos casado con la madre), estafador,
delincuente y adúltero. No sé, yo siempre he pensado que hay muchas cosas de
las que se puede hacer bromas, pero hay otras que no. Sobre todo, cuando
alguien puede resultar ofendido. Igual que nunca dudas del honor de una madre,
ni siquiera en broma.
Al margen de lo que me haya
podido sentar mal – y no solo a mí, hay muchos católicos en España –, la novela
va descargando su sentido absurdo y coleando de un lado a otro, a veces sin
mucho sentido. No he conseguido aclararme bien con la historia de amor del
protagonista, ni resolver los asesinatos. En definitiva, buenos mimbres en el
autor, pero aún no ha conseguido hacer el cesto. Insisto, es muy joven. Habrá
que ver más adelante.
Ah, y otra cosa que me hizo
sufrir: atribuye la canción Un sorbito de champagne a Fórmula V, cuando
todos sabemos que es de Los Brincos. Qué dolor.
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