Barcelona, 2022. Un hombre sin oficio ni
beneficio, recién salido de la cárcel, consigue un puesto de trabajo en la
Organización, una suerte de agencia secreta que no reporta a nadie y se dedica
a investigaciones diversas, cuando las distintas fuerzas de seguridad
nacionales y autonómicas no se coordinan. Enseguida, el Jefe reúne a todos los
agentes (nueve personas absurdas, con nombres secretos delirantes) y les narra
tres enigmas sin ninguna relación, para que investiguen: un hombre ahorcado en
un hotel de mala muerte de las Ramblas, la desaparición del patrón de un yate
amarrado en el puerto de Barcelona, y el hecho de que una marca de conservas no
ha variado los precios desde hace un año, en contra del desarrollo de la
competencia.
Autor: Eduardo MENDOZA – Editorial: SEIX BARRAL. BARCELONA, 2024 – Páginas: 408 – Género: Humor – Público: General
Eduardo Mendoza… Siempre que me
enfrento a una novela de este autor catalán (Barcelona, 1943) tengo la duda de con
cuál de los genios me voy a encontrar: con el que encandiló a toda España en
1975 con La verdad sobre el caso Savolta, o con el que también nos volvió
locos a todos en 1991 con la inefable Sin noticias de Gurb. Porque de
todo es capaz Mendoza, uno de los mejores escritores vivos en lengua española, un
maestro del lenguaje, de la composición, de la intriga y del humor. Premio
Planeta en 2010, Premio Franz Kafka en 2015, Premio Cervantes en 2016, y muchas
más galardones diversos. Sus obras transcurren habitualmente en una reconocible
ciudad de Barcelona; y ésta no es una excepción.
Al empezar la lectura, conocemos
en primer lugar a un personaje cuyo nombre nunca aparecerá; tiene como nombre
en clave “Marciano”, pero todos se refieren a él como “El Nuevo”. Acaba de salir
de prisión y no encuentra trabajo, hasta ahora. Y es que empieza a formar parte
de una Organización, sin nombre y con mayúscula, que se dedica a investigar lo
que al Jefe – también sin nombre y con mayúscula – le parece bien. El primer
caso del Nuevo, con todos sus compañeros, se compone de tres enigmas: Un hombre
aparece ahorcado en la habitación de un hotel; El patrón de un barco de recreo
fondeado en Barcelona desaparece sin dejar rastro, y sus marineros le buscan; y
la empresa Conservas Fernández, que estaba en bancarrota, no ha variado los
precios de sus productos, por lo que la competencia está que trina. ¿Qué pueden
tener los tres enigmas en común? Eso es lo que tienen que averiguar.
Así, desde el primer capítulo veo
que me encuentro con el escritor de humor absurdo de Sin noticias de Gurb.
Porque el planteamiento, en sí mismo, no tienen sentido. ¿Por qué averiguar
eso? ¿Qué relación tienen esos enigmas, más que al Jefe le parece que están
relacionados? A partir de estos datos la novela avanza. Primero, presentando a
los diferentes personajes, sobre todo los agentes, con nombres en clave absurdos,
con problemas personales sin sentido… La Boni, que decide que el Nuevo tiene
que enamorarse de él; el agente anciano que está perdiendo la cabeza, y su
mujer tiene que ir detrás ayudándole; o el absurdo taxista que quiere ser agente
secreto.
Hay un punto de inflexión
necesario en la novela, porque el lector pudo haberse desesperado: más o menos
a mitad del libro se explica el origen – absurdo, claro – de la Organización y
de por qué sigue funcionando. Así se puede entender todo lo que viene después.
Porque, como en las buenas novelas de humor absurdo, nadie se detiene a pensar
si lo que hace es o no una tontería. No quiero desvelar nada de la trama, pero reconozco
que es admirable cómo consigue al final unir todos los hilos que había dejado
sueltos.
No quiero terminar sin hacer una
pequeña referencia a que el humor de Eduardo Mendoza, en cuanto que absurdo y
exagerado, no respeta a nada ni a nadie. Y si uno tiene la piel sensible, como
es mi caso, hay detalles que les pueden molestar. Por ejemplo, que el Nuevo ha
ido a la cárcel por la delación de un cura que no guardó el secreto de
confesión; o sus juegos en torno a la figura del Papa, no muy molestos, pero podría
haber elegido a otro. Detalles, decía, menores, pero molestos.
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