Viena, 1938. Tras la conocida
como Noche de los Cristales Rotos, el padre de la familia Adler resulta herido
en los disturbios, mientras su esposa y el pequeño Samuel se refugian con un
vecino. Días más tarde, el pequeño se embarca a Londres con un grupo de niños
que huyen del Austria nazi para ser acogidos en Gran Bretaña, en medio de la
incertidumbre por su futuro y el de su familia, acompañado solamente por una
pequeña maleta y su violín. Por otro lado, en 2020, una mujer y su hija pequeña
huyen de El Salvador y entran ilegalmente en Estados Unidos, donde son
separadas, llevando a la madre a un campo de internamiento, y a la niña a un
orfanato. Las historias de los dos personajes se entrecruzarán con el paso del
tiempo.
Autora: Isabel ALLENDE – Editorial: PLAZA & JANÉS. Barcelona, 2023–Páginas: 352 – Género: Costumbrista – Público: Adultos
No soy especialmente entusiasta
de Isabel Allende (Lima, 1942), sobre todo porque esta escritora superventas,
muy laureada y veterana, es una mujer manifiestamente de izquierda y eso se le
nota demasiado en sus libros. Además, para muchos críticos tiene dos graves
defectos: relata solamente una época histórica muy concreta y un mundo muy concreto
(la Hispanoamérica más pobre), y sus libros son muy parecidos unos a otros. Yo
he leído los dos últimos, Violeta,
del que ya he hablado, y éste último. Que tengo que reconocer que me ha gustado
mucho más. Aunque se le sigue viendo el plumero a la señora (afincada, por
cierto, en esos Estados Unidos que tanto critica).
La novela tiene dos comienzos:
uno primero, en la Viena recién conquistada por los nazis. Una familia judía se
ve atacada, como tantas, en la llamada Noche de los Cristales Rotos, del
9 al 10 de noviembre de 1938, cuando las juventudes hitlerianas y otros cuerpos
similares atacaron a viviendas y comercios judíos, con el visto bueno de las
autoridades. Como consecuencia de ello los judíos han de huir de Viena o serán
condenados a campos de concentración. La familia Adler consigue trasladar al hijo,
Benjamin, de seis años, a Londres, junto a otros niños refugiados. Una penosa
travesía para el niño, hasta que, casi adolescente, es adoptado por un amable
matrimonio de cuáqueros.
El segundo comienzo se sitúa a
finales de 2019. Una joven viuda y su hija de siete años, procedentes de El
Salvador, han entrado ilegalmente en Estados Unidos. La madre es detenida para
ser deportada, y la hija queda ingresada en una residencia para niños de padres deportados. Anita, tiene siete años, es ciega, y tiene una
gran imaginación e inteligencia. Una joven voluntaria y un abogado de Boston se
comprometen a dar con su madre y reunir a la familia.
Con diferentes saltos temporales
en los distintos capítulos, la novela avanza a buen ritmo, hasta que en el
último tercio las historias se entrelazan. Entre medias vamos conociendo una
historia de sacrificio: primero y principalmente, el que hacen los padres por
el bien de los hijos; y el que hacen tantas personas buenas por ayudar al que
tienen al lado. También, varias historias de redención: hacer algo por los demás para
dar sentido a la vida, apoyar al que más lo necesita sin pensar en las necesidades
propias, como fuente de la verdadera felicidad. Solidaridad, trabajando en
asuntos que dan menos dinero, pero por el bien de los demás. Las historias de
los diferentes personajes que pueblan la novela, de los que enseguida te haces
amigo, son ejemplares en eso. El anciano Samuel, su ama de llaves Leticia,
Frank y Selena, son personajes positivos que lees con una sonrisa. Igual que la
encantadora Anita o Tita Edu, su abuela salvadoreña.
La novela merece mucho la pena. A
ver, es Isabel Allende: su crítica subliminal a Trump o a Bukele (sin citarlos)
está presente, así como su estropeada visión del matrimonio (en la novela hay
una relación abierta – por voluntad de la esposa empoderada – y otra sin
compromiso también por voluntad de la mujer feminista). Pero sabiendo lo que
lees, creo que es estimulante y positiva, y con buenos valores.
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