Gabriel Aristu, ya anciano, va a encontrarse de nuevo con Adriana Zuber, la mujer de la que estuvo siempre enamorado. El encuentro, cincuenta años después del último, tendrá lugar en Madrid, donde ambos nacieron y vivieron hasta que en 1967 Gabriel se trasladó a Estados Unidos, donde se estableció, adquiriendo la nacionalidad, y donde vive con su esposa. Adriana, en cambio, se quedó en Madrid. A ambos les unió primero una profunda amistad, que no se convirtió en nada más por la falta de decisión de Gabriel, que no quería decepcionar a su padre. Adriana optó por casarse con otro pretendiente, pero los dos pasaron juntos la noche antes de la partida del muchacho al otro lado del Atlántico.
Autor: Antonio MUÑOZ MOLINA – Editorial: DUOMO. Barcelona, 2023 – Páginas: 238 – Género: Novela Costumbrista – Público: Adultos
El veterano escritor andaluz
Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956), esposo de la también conocida
escritora Elvira Lindo,
entrega en esta ocasión una historia de amor muy original, muy diferente de lo
que estamos acostumbrados a ver. Reconozco que me llamó mucho la atención, lo
que cuenta y el modo de contarlo. Sí, toda una compleja historia de amor, con
una duración de muchos años, entre una mujer corajuda y un hombre inteligente y
complejo… Pero, personalmente, yo no la compro. Ea, ya lo he dicho.
Todo el libro está formado por cuatro capítulos, y el primero de ellos lo compone una sola frase, sí, una
frase que dura casi una tercera parte del libro, quizá más, unas setenta páginas o así, lo mismo que hizo Miguel
Delibes en Los santos inocentes, si no me equivoco, esas novelas las
tengo todas en una esquina de mi cabeza y a veces se mezclan, una única frase con la que el autor intenta hacernos entrar en la mente nerviosa del
pobre Gabriel, que espera inquieto el momento del encuentro con su adorada
Adriana, mientras su mente se debate pensando en el pasado, dudando si ha hecho
el movimiento correcto con esta visita a Madrid, que además ha ocultado a su
esposa, única frase que llega hasta casi el instante en que Gabriel llama a la
puerta de casa de Adriana, única frase que como recurso literario está muy
bien, pero, en mi opinión, uno llega a cansarse de tanta frase seguida, sin
párrafos, ni sitio donde marcar la página por donde ibas, fíjate si es a veces
pesado que acabo de hacer lo mismo en este párrafo que se te ha hecho tan
largo, pues imagina durante todas esas páginas, que acaba uno harto, y así me
pasó.
Entre medias de la narración de
la historia de amor aparece un tercer personaje, un mediocre profesor español
especializado en pintura barroca de nuestro país, y que se traslada a trabajar
a Estados Unidos. Una vez allí entra en contacto con Gabriel Aristu, un español
verdaderamente americanizado ya, y con su encantadora esposa Constance.
Conocerá el lector también la historia de este profesor (creo que nunca se
llega a decir su nombre), que se hace amigo de Gabriel, unidos primero por el
idioma, y luego por comidas con sobremesa en la que se cuentan cada uno la
historia del otro. Quizá este profesor se utiliza como contrapunto de la
narración, para que la historia de los dos enamorados no llene por completo el
libro, porque no lo conseguiría.
El libro es muy bueno, está muy bien escrito, y la historia está muy bien
narrada. El autor consigue que el libro tenga un ritmo diferente, muy diferente
al que uno podría estar acostumbrado, y eso se agradece, alguien con otra forma
de contar las cosas. El problema, para mí, está en que la historia de amor es
muy engañosa. Yo no me puedo creer que un hombre como Gabriel, con todo lo que
consiguió en su vida, y que narra la novela, mantenga ese amor durante
cincuenta años, porque es un amor adolescente, irreal, que con el tiempo y la
madurez se desvanece; se recuerda, sí, como algo bello, pero no esa casi
dependencia que muestra el libro. Al menos a mí me lo parece, por eso digo que
no me lo creo. Y menos mal que la historia termina bien (el título tiene que
ver con el final, que no contaré).
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