Biografía, o algo similar, de Silvia Labayru, una mujer
argentina que militó en los Montoneros durante la dictadura militar de aquel
país, y fue secuestrada, con veinte años de edad y cinco meses de embarazo, por
los militares. Allí fue trasladada a la temible ESMA, la Escuela Mecánica de la
Armada, donde funcionaba un centro de detención clandestina en el que fueron
torturadas y asesinadas miles de personas. Pero su vida siguió siendo difícil
cuando logró salir de allí, porque los demás argentinos exiliados pensaban que
si logró salir sería porque claudicó y traicionó a la causa, por lo que pasó
también unos años de aislamiento y desesperación.
Autora: Leila GUERRIERO – Editorial: ANAGRAMA. Barcelona, 2024 – Páginas: 432 – Género: Memorias – Público: Adultos
Laia Guerriero (qué apellido más
curioso, ¿no será un antiguo error de transcripción en el Registro del más
gallego Guerreiro?, no lo sé) es una veterana periodista, colaboradora de
varios medios de comunicación en diversos medios de habla hispana (en España
trabaja para el diario “El País”). Cuando escribe libros lo hace con
profundidad, como buena profesional con experiencia. Y, en este caso, se metió
de lleno en la historia cuando conoció la vida de Silvia Labayru: una mujer
algo mayor que ella, que fue una superviviente de la dictadura militar
argentina, y que además tuvo que sufrir rechazo por parte de los que debían
apoyarla, que sospechaban que había sido una traidora y por eso fue de las
pocas que se salvó.
Silvia Labayru fue detenida por
“montonera”, término con que se conocía a las personas que militaban en una
organización terrorista que nació en el país hermano, como “movimiento de
liberación nacional” contra el golpe de estado militar de 1976 y el régimen
subsiguiente. En el momento de su encarcelamiento, Silvia tenía veinte años y
cinco meses de embarazo. En el libro, durante varias entrevistas mantenidas
personalmente por la autora y la biografiada, van saliendo sus recuerdos de los
días de la dictadura. En ocasiones – no lo voy a negar – el libro es
extremadamente violento; sobre todo cuando narra, porque es lo que toca, las
vejaciones y crímenes sexuales cometidos por los agentes, los que custodiaban a
las presas.
No se trata de unas memorias al
uso: no está escrito con orden, ni sometido a ningún esquema formal, por fechas
o lugares. Tiene un curioso desbarajuste que resulta simpático, una especie de
cajón de sastre de donde salen los recuerdos de Silvia, mezclados con los de su
pareja actual, con los de la familia de su primer marido o los de sus hijos.
Eso facilita que en ocasiones la autora suavice los trazos cuando la historia
se va mostrando desagradable, y que el lector pueda digerir algunas partes.
Especialmente ese delicado punto en el que la biografiada quiere distinguir la
cuestión del consentimiento en las relaciones sexuales; ella, y otras como
ella, consideraron siempre que a veces permitían los abusos para evitar un mal
peor, y con ello algunos abogados defensores querían manifestar que no eran
violaciones sino actos consentidos. Qué triste, qué triste es que se pueda
utilizar a la mujer – o al hombre – de esa manera, y que luego se justifique.
En definitiva, el libro es, en mi
opinión, un buen ejercicio de periodismo, porque está muy bien escrito y se
hace atractivo. Y me mostró un pedazo de historia de argentina, que desconocía.
Eso sí, está escrito en términos argentinos; los que tenemos el C1 de ese
idioma lo podemos manejar.
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